Soy Olga García. Desde niña he estado vinculada al mundo artístico. Me apasionaban y lo siguen haciendo, la danza, el cine, la música, la pintura y el teatro. Empecé mi vida profesional en este ámbito como diseñadora de espectáculos teatrales, en especial de danza, oficio que sigo ejerciendo.
Como la mayoría de las personas, he tenido varias crisis en mi vida en las que se han visto afectadas diferentes parcelas: La salud, el trabajo, las relaciones… Una de ellas, hace unos veinte años, fue la que me llevó a pedir ayuda. Sabía que algo no andaba bien pero no tenía ni idea de por donde vendría la solución. Solo veía síntomas y consecuencias, pero no podía asociar que, ese malestar además de un origen exógeno, tenía mucho que ver con mi manera de estar en el mundo, con mi actitud. Así conocí el mundo de la terapia Gestalt, y poco a poco todo lo que se tambaleaba, se fue convirtiendo en ventanas abiertas, en posibilidades multiplicadas, en un camino de conocimiento en el que entendía y me reconciliaba con cada uno de mis aspectos. Un camino que, a lo largo de estos años he seguido y continúo nutriendo. Me sigo de vez en cuando, como todos, encontrando con dificultades o problemas, pero ahora los veo como aprendizaje, como oportunidades para cambiar o mejorar.
Después de conocer esta terapia como cliente, sentí la necesidad de formarme para ayudar a otras personas. Creo firmemente que somos seres de luz y que para crecer necesitamos transitar por nuestras propias sombras, neurotizarnos, incluso perdernos para cambiar el camino del sufrimiento por el del conocimiento, para aligerar el peso de nuestras mochilas.
A veces amigos o familiares me preguntan con cierta extrañeza por la relación entre mis dos trabajos y justamente yo he querido hablar de ellos en mi presentación porque arte y terapia me definen y no concibo una cosa sin la otra. Y porque creo que en cualquier persona todo lo que es, suma. Para mí este es el camino, descubrir, desempolvar lo olvidado, honrar lo que se es, e integrarlo. Y yo me siento orgullosa de quién soy y de lo que hago. A través de la luz me expreso, me impregno de lo de fuera, expreso mis emociones, me siento libre. Y es así porque en la terapia tomé conciencia de quién era. Porque trabajando al lado de artistas, y desarrollando yo mi propio arte, me doy cuenta de la gran capacidad del ser humano, de lo que sucede cuando nuestros dones y energía van a favor. Porque el arte es transformador tanto para el que lo contempla como para el que lo realiza. Es sin lugar a dudas, una herramienta sanadora.
¿Por qué una terapia emocional?
Porque para ponerme en línea con quien soy, expresarme y caminar con todo mi potencial, necesito ir con todo mi ser en conjunto: Mente, cuerpo, emoción, instinto, espiritualidad.
Podría hablar de terapia emocional, creativa, artística porque también mi manera de trabajar lo es. Pero he querido priorizar lo emocional porque me parece que es la parte menos atendida en este mundo moderno, aunque a la vez y paradójicamente escuchemos hablar como la panacea de la “inteligencia emocional”. En muchos casos estamos viviendo con exceso de información, sobre estimulados, pero ¿Y la gestión de las emociones? ¿Qué hago con todo lo que me sucede? Empecemos por escucharnos, por ponerle poner nombre a nuestras emociones, aprendamos a gestionarlas, algo a lo que en la mayoría de los casos, no nos han enseñado. El trabajo del cuerpo, el arte y la creatividad, son para mí el camino. Arte no para ser un genio de la pintura, de la literatura, de la música… No. Arte como vehículo de expresión, arte para descubrir nuestra propia esencia, arte para entendernos y poner salud en nuestras vidas.
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